jueves, 4 de julio de 2013

La ética en el contexto organizacional venezolano



       En el argot popular a escala mundial, decir “claro, Burak Demir me quiere vender ese artefacto como típico turco”, “la correa que le compré a Jairo Restrepo es excelente, es de cuero colombiano”, “yo sólo compro relojes suizos” o “compra en (El dragón rojo), como son chinos, es más económico”, más allá de expresiones, forman parte de la tipificación que realizamos de las personas dadas las características que poseen por su lugar de procedencia.

     Decir que un individuo es francés, tailandés o argentino más allá de exponer su gentilicio, devela la idiosincrasia ante la que estamos presentes. Esta misma afirmación aplica en la reputación de las organizaciones y, en este sentido, las venezolanas no son la excepción. Así lo vemos en el trabajo de José Morales y Evelyn Martínez: La ética en el contexto organizacional venezolano.

     Las aristas de evaluación de las diversas empresas (precedan de Asia, África, Oceanía, Europa o América) son numerosas, sin embargo una de las más relevantes como punto neurálgico es la ética; palabra que paradójicamente lista los aspectos que se definen como correctos, al mismo tiempo que conceptualiza lo que los autores denominan cultura de riesgo, es decir, aquellos aspectos que si bien son aceptados como “el deber ser”, en el quehacer cotidiano de la mayoría de los trabajadores son violados naturalmente.

       En Venezuela el tema de la gestación de antivalores en las organizaciones como forma para alcanzar el “poder” se ha convertido en un denominador común en el ámbito público y privado. Recordemos que en la región el complejo sistema burocrático y el flujo excesivo de dinero manejado por los diferentes niveles de las empresas, incluso por los escalafones más bajos, sin importar su procedencia, ha presentado un evidente aumento. 

       Esta es una situación general del país. Si bien los autores mencionan y estudian en su investigación el caso de PDVAL y de las estafas inmobiliarias locales (venezolanas), no debemos olvidar que las organizaciones son constructos sociales - creadas por individuos con diferentes percepciones- las cuales tal como lo sugirió Adam Smith, dividen y coordinan el trabajo para alcanzar un fin común. En esta línea de pensamiento, las organizaciones son un sistema abierto que toman energía de sus entornos internos y externos y aprenden de ellos; así pues, las empresas venezolanas en mayor o menor medida no son más que el resultado de lo que es la gente y sus metas están apuntaladas a lo que como personas desean sus integrantes.

      Las organizaciones venezolanas son organizaciones que bien aprenden de sus entornos: de una economía estrangulada por la malversación de fondos, de una cultura de trampa producto quizá del mestizaje, de una política aferrada a la regalía sin merecer y promotora de la desvalorización del trabajo formal y ganado por el mérito de la preparación y el esfuerzo. Las fuerzas internas y externas de las empresas parece que se dirigen al mismo lugar: sólo alcanzar el poder a pesar de la alta cualidad de afiliación que tiene el venezolano.

        Hodge, Antony y Gales en su obra Teoría de la Organización un enfoque estratégico (2007) señalan que las organizaciones tienen memoria y aprenden de las condiciones que los rodean. Evidentemente las venezolanas lo han sabido hacer desde la época de la Colonia, cuando según Morales y Martínez () la población adquirió la conducta del contrabando, aunque posteriormente ello se haya tratado de regular y canalizar con las diferentes leyes e implantación de lo éticamente correcto pero naturalmente violado, como ya se comentó. 

      Y aunque Peter Senge profese que “las personas que trabajan juntas con integridad, autenticidad e inteligencia colectiva son mucho más eficaces como negocio que las personas que conviven en función de políticas, juegos de poder y en un estrecho interés propio”, en el país se invierte la ecuación pues el aprendizaje es sobrevivir y alcanzar el poder más allá del interés y bien colectivo.

       Siendo el individuo un ser de realidades, el venezolano debe darle otro sentido a las que hasta ahora han prevalecido. Que haya entonces un punto de quiebre en la historia nacional que brinde la oportunidad a los venezolanos a que sean reconocidos por su capacidad de emprendimiento dado el mérito adquirido. 

      Mientras tanto… los turcos seguirán vendiendo, los chinos seguirán creando, los ingleses seguirán siendo vistos como “estructurados y puntuales” y los brasileros serán tomados como “ciudadanos propietarios de una sociedad pujante” en tanto que el cuero colombiano seguirá cotizándose por su calidad.


MDL 
Consultora
Almarza Group